Jaraiz, en el Museo del Vino
Jaraíz del: «Museo del Vino de Valdepeñas» con prensa centenaria manual de barrón y listones de madera para exprimir las uvas que, posteriormente, se le añadió un motor electrificado, que facilitaba mucho el trabajo, dado que, anteriormente, tenía que funcionar con la fuerza de varios hombres, que terminaban «sudando la gota gorda».
Tolva manual de rodillos en la que se volcaban los capachos de uvas, que, también se le instaló un motor en los años 40- 50. Y prensa horizontal, que exprimía las uvas mucho más que la primera citada, utilizada ya en los años 60 del pasado siglo, cuando ya la maquinaria para elaboración de vinos habían adelantado mucho, ya que, las anteriores eran todas del siglo XIX.
Arriba y junto al precioso entramado de madera, en la techumbre, se pueden ver las poleas primitivas, que hacían funcionar de manera manual la maquinaria del jaraíz, bonita palabra manchega que el gran poeta Juan Alcaide utilizó para titular uno de sus libros de versos, que, en 1949 le publicó el conocido editor madrileño Afrodísio Aguado; tomo que, se abre con un prólogo de Lope Mateo y cuyo ejemplar dedicado de forma manuscrita por J. Alcaide a mi padre conservo como «oro en baño», junto a otros del maestro paisano, que fue denominado: «El poeta de La Mancha», aunque su obra abarca mucho más que está tierra seca nuestra, en la que las viñas es una de las pocas producciones que tiene, dado que necesitan poca agua, salvo los emparrados actuales, pero eso es otra historia…
MUSEO
Todo ello se puede contemplar en el Museo antes nombrado, sito en la calle: Princesa, en Valdepeñas, la: «Ciudad del Vino»- mi patria chica-, en lo que fue la bodega de don Leocadio Morales -cosechero exportador de vinos-, que la fundó en 1901 y estuvo activa hasta los años 60, en que cerró sus puertas, tras ser una de las bodegas emblemáticas e históricas del siglo XX, que conserva su cueva típica y una nave de tinajas de barro de 400 y 500 arrobas cada una, en la que la familia Morales elaboraba y envejecía de forma natural sus excelentes caldos, que comercializaba en pellejos de piel de cabra y en fudres, bocoyes y cubas o barriles de madera, aunque, en los últimos años, también envasaban en garrafas de vidrío y una mínima parte se embotellaba, dado que, cuando el embotellado se generalizó en la zona el Sr. Morales dejó de trabajar en la bodega, aunque no en la sucursal que tenía en Sevilla, que siguió vendiendo vino, pero que compraba a otros elaboradores, especialmente a Miguel Calatayud, S.A., bodega también centenaria-fundada en 1920- y tradicional-regentada por la 3ª generación- de los caldos valdepeñeros, entre los que destaca su marca: «Vegaval Plata»- crianza, reserva y gran reserva- que ha obtenido importantes galardones y exporta a bastantes países, donde sus caldos son muy apreciados.