La Taberna de A. Sánchez, en el Museo del Vino
Panel publicitario de la mítica y vetusta taberna madrileña de Antonio Sánchez, que ilustra este texto y se encuentra en el: «Museo del Vino de Valdepeñas», sito en la c/. Princesa, en la: «Ciudad del Vino», en lo que fue la bodega de don Leocadio Morales, que la fundó en 1901 y estuvo activa hasta los años 60 del pasado siglo que la clausuró, pero no así la sucursal que tenía en Sevilla, donde siguió vendiendo vino que compraba a otros vinateros de Valdepeñas y que, todavía hoy, continúan sus descendientes con el negocio de vinos en la ciudad hispalense.
LA TABERNA Y SU AMBIENTE.
Dicha tasca ilustrada, venerable y cargada de leyendas, que, en 1787, cuando reinaba Carlos III ya servía vasos de vino de Valdepeñas, cuya tradición vinícola continuó tras ser adquirida en 1884 por el valdepeñero Antonio Sánchez Ruiz y que mantuvo también su hijo el torero y pintor Antonio Sánchez Ugarte y su hermana Lola, que fue la heredera y que, se ha mantenido hasta hace poco, dado que, hasta 1992 que mi familia cerró las bodegas familiares: «Bodegas de Matías Brotons y Hermanos», fundadas en 1920 por mi abuelo Joaquín Brotons Fenoll y heredadas por sus hijos varones: Matías, Joaquín y Francisco (mi procreador) abastecimos durante más de 60 años a la citada emblemática taberna y con el vino que elaboraba en los años 40-50 mi padre, Francisco Brotons Gonzálvez tenían tertulia semanal personalidades como: Valle-Inclán, Pío Baroja, Gregorio Marañón, Julio Camba, José María de Cossío, Ignacio Zuloaga, Joaquín Sorolla, Vázquez Díaz, Juan Belmonte, Vicente Pastor, Juan Cristóbal y Antonio Díaz Cañabate, que, en su libro: «Historia de una Taberna» (Espasa-Calpe, 1947), elogia los caldos que hacía mi papá antes nombrado, que era un extraordinario bodeguero autodidacta, como la mayoría de su generación, ya que, en aquellos años, no estaban homologados los estudios de enología, que se generalizaron muchos años después, cuando ya para hacer vino era necesario tener el título de enólogo, que ese sí lo tenía mi primo-hermano Antonio Brotons Sánchez, que fue gerente de las bodegas de la familia y ejerció de enólogo, además de ser el secretario del concejo de administración de la sociedad familiar: «Matías Brotons, S.A».
AÑOS MÁS TARDE.
Posteriormente, la citada taberna la han abastecido del néctar de Baco otras bodegas de Valdepeñas, pero creo que, en la actualidad, ya no tienen vino de la DO: Valdepeñas, algo totalmente incomprensible, porque la fama de ese local varias veces centenario y sin remodelar, ya que, sigue manteniendo las lámparas de gas que iluminaba el local, la caja registradora que funcionaba con pesetas, el reloj de ojo de buey, que, durante más de 100 años ha marcado las horas, entre otras reliquias- se la dio el vino de Valdepeñas, como a tantas otras tascas de la Villa y Corte: Carmencita, Casa Labra, Casa Paco, La Dolores, Oliveros, La Bola, El Comunista… hasta el extremo de que Mesoneros Romanos, que fue el Cronista Oficial de Madrid, en el siglo XIX escribió en sus «Crónicas Matritenses», que «810 tabernas madrileñas se abastecían del morapio de Valdepeñero».
ESCRITOS Y LIBROS SOBRE LA TASCA.
Sobre la citaba taberna se han escrito muchos artículos en prensa firmados por plumas de prestigio de: Camilo José Cela, Luis Carandell, José Luis Pécker…;así como dos libros: el primero fue el del abogado, juez, colaborador de: «ABC» y el: «País», Cronista Oficial de Madrid y escritor Antonio Díaz Cañabate, citado anteriormente, que, en un tomo extra de la colección Austral que está dedicado por su autor a mi papá, en el que redactó la historia de la renombrada tasca literaria y el vino de Brotons.
Y, en 2017 mi colega Antonio Pasies Monfort publicó el volumen: «Historia de la Taberna más antigua de Madrid -siglo XVIII- y Otras viejas tabernas de Lavapiés», que vio la luz en: «Ediciones La Librería», en el que redacta las palabras del Dr. Marañón: «Vivir, es defenderse de la vida que nos va matando. En esta lucha, la eficacia del vino es incalculable»…, continuando: «Estas son palabras del eminente doctor Gregorio Marañón declarado buen degustador de vino de Valdepeñas y cliente hasta su muerte de las Bodegas Brotons, las mismas bodegas que, hasta su cierre en 1992, suministraron el vino a Antonio Sánchez. Tenían fama de ser caldos de calidad lo que hacía que también fuesen de los más caros que se podían comprar en las tabernas madrileñas como vemos en una relación de los precios que publica el ABC».