Los días relevantes de Jesús Maroto
Jesús Maroto, poeta toledano nacido en 1958, en Villafranca de los Caballeros y bardo de amplia trayectoria lírica, que ha publicado 16 poemarios, incluido este último que ilustra el texto, que es el tercero que ha escrito y visto la luz durante la pandemia, ha tenido la amabilidad de enviarme un ejemplar dedicado del tomo que comento, que casi se puede leer de un tirón, dado que, utiliza un lenguaje claro, nada hermético y que llega a todo tipo y clase de lectores, no como esos vates que escriben solo para «Catedríaticos» o esos otros trovadores cuya poesía es una verborrea hueca y vacía que no dice nada al lector interesado, salvo al propio autor, que suele creerse Federico García Lorca.
El libro es interesante y se salva de la quema en el horno crematorio en el que debían arder tantos libritos de poetastros «pedantones» insoportables, que yo detesto en extremo, dada su mediocridad y atrevimiento, ya que, los verdaderos poetas: José Hierro (Premio Cervantes), Pablo García Baena (Premio Príncipe de Asturias de las Letras), entre otros grandes de la Literatura siempre son personas sencillas y humildes, como son todos los creadores verdaderamente geniales, aunque también ha habido y hay algunos de los que «hay que echarles de comer aparte»… Ya me entienden…
LA EDICIÓN.
La edición está cuidada en extremo y lleva un epílogo de la periodista Mary Cruz Madaleno, las imágenes interiores son de Amanda Maroto, el diseño de la cubierta haa corrido a cargo de Carolina Bensler y lo ha publicado la conocida editorial toledana: «Celya», en su: Colección Generación del Vértice, nº 19.
BIENVENIDO SEA.
Bienvenido sea a la librerías de este país de poetas-creo que somos más poetas que lectores- este volumen de: «Los días relevantes», que espero tenga buena acogida a los pocos amantes del verso libre y sencillo, sin florituras…, que todavía quedan en la piel de toro ibérico…
Este artífice de la reseña o crónica pone punto final con unos versos de su admirado don Francisco de Quevedo y Villegas- que redactó cuando estaba residiendo en la Torre de Juan Abad- hace suyos: «Retirado en la paz de estos desiertos, con pocos, pero doctos libros juntos, vivo en conversación con los difuntos, y escucho con mis ojos a los muertos».