Opinión: Una pandemia que tiene cura
Un crimen atroz se ha producido en una madrugada de copas, manada y teléfono móvil. Como el agresor y sus cómplices (no menos agresores) incorporaron la palabra “maricón” como insulto que acompañó a la agresión que acabó en homicidio, se ha interpretado inmediatamente que se trata de un acto de odio, de homofobia. Lo explica Lorena G. Maldonado en las páginas de El Español: “Lo único cierto ahora (mientras unos y otros discuten, aún sin datos oficiales, sobre si el asesinato de Samuel tuvo tintes homófobos o no) es que él está muerto. … y aún la grada siente la tentación esa de buscar explicaciones esotéricas a la agresión que acabó con su vida». Y hasta intervienen representantes políticos con enfrentados escarceos tuiteros que no ayudan a una reflexión serena y responsable.
Terreno abonado para interpretaciones intoxicadoras, para bulos, para la agresividad que nunca calma nuestro afán de protagonismo, que se desborda en el conflicto, vivido además como un llamamiento para que el grupo de próximos al iniciador de la trifulca actúe como una manada de ciegos cómplices incondicionales
Porque ¿de dónde sale la violencia de los agresores? Lorena G. Maldonado nos plantea “analizar por qué un depredador elige a una víctima y no a otra (es decir, cómo actuó su sesgo cognitivo). Qué vio de vulnerable en esa persona, qué características subrayaron su odio. ¿Por qué el asesino se dirigió violentamente a Samuel y no a su amiga, si presuntamente los dos le habían grabado? ¿Por qué dijo “maricón de mierda” en lugar de cualquier otra cosa?” Pero, y no es menos fuerte el interrogante, ¿por qué los “amigos” no ponen paz, sino que se suman a la guerra?
El crimen y sus repugnantes circunstancias han tenido un eco movilizador de conciencias y de posicionamientos que se han centrado en la plaga homofóbica que padecemos, y que parece aumentar según las personas homosexuales van ampliando sus derechos y los practican, y la carga de odio que intoxica cualquier roce o conflicto que se produzca en nuestra vida social, hasta en momentos que, en principio, pertenecen al disfrute del ocio y tiempo libre.
Se entiende que Policía y jueces llevarán su actuación hasta el esclarecimiento de los hechos y de las responsabilidades Pero tras la movilización de conciencias, tras las manifestaciones y concentraciones, sería deseable plantearse una reflexión sostenida sobre los elementos que provocan el surgimiento de estos delitos de odio contra los que estamos reaccionando tarde (desde 2019) y mal.
Esta reflexión tiene que ser promovida y asumida por el tejido social y por las instituciones, a todos los niveles, y hay que movilizar a los medios de comunicación y redes sociales para afrontar una “batalla de ideas” que sólo tratará (y no es poco) de convencer, de formar y de extender criterios que faciliten la convivencia social, especialmente frente a las propuestas que de una forma u otra fomentan, promueven, o incitan directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo, o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad.
Queda mucho por mejorar y la escuela y las entidades vecinales tienen mucho que hacer para corregir esta pandemia …que tiene cura.
Concha González